Desde la independencia del imperio español en 1810, lograda por la participación activa del pueblo que hizo parte de la gesta libertadora, Colombia pasó a una nueva forma de subordinación neocolonial. Mediante una aparente soberania política la república continuó sometida a una real dependencia en su desarrollo económico, político, social, cultural y ambiental, bajo el dominio de los imperios español y británico y posteriormente, del imperio de los Estados Unidos de Norteamérica, en coherencia con la doctrina “Monroe”. Nuestro desarrollo siempre ha dependido de los intereses del gran capital internacional.
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